ZAPATONES.

Una estampa clásica de la Plaza del Obradoiro era, sin lugar a dudas, la del emblemático «Zapatones»con su singular imagen de peregrino medieval y rodeado de turistas y curiosos deseando hacerse una fotografía junto a él. Era un hombre corriente, de nombre Juan Carlos Lema Balsas, de salud deteriorada por una mala vida y las secuelas de un reciente accidente pero de gran popularidad en el mundo jacobeo.
Huérfano de familia y de raíces, fue un niño abandonado que sufrió los bandazos de la vida y cuentan que, un día, estando tumbado frente al Pórtico de la Gloria, escuchó al Apóstol indicarle su camino de redención: el de convertirse en peregrino en su propia ciudad. Decidido a cumplir con tal encomienda, se hizo, gracias a la generosidad de las gentes del lugar, con un disfraz de freire, bordón y calabaza y se lanzó a dar testimonio por calles, plazas y tabernas.

Su vida solitaria y dura (fue víctima de un atropello y de un desahucio)  cobró sentido ya que, según decía, tenía la «mejor sala de estar del mundo: la Plaza del Obradoiro». Y con la absoluta convicción de su labor predicadora, se dedicó a pregonar la esencia del Camino y a transmitirla a los visitantes con los que se cruzaba. Así, transcurría el tiempo afirmando que la finalidad de toda peregrinación era la «búsqueda de uno mismo y el contacto con la Naturaleza» dejando en segundo lugar el objetivo oficial de visitar la tumba de su santo patrón.

Su trayectoria peregrina fue salpicada por la presencia de importantes personajes de la escena pública como el entonces Rey Juan Carlos; de la política con Rodrigo Rato o Manuel Fraga entre otros y del mundo del espectáculo y la música como Julio Iglesias. Pero la muerte le sorprendió en la soledad y el anonimato de una estación de autobuses donde pasaba la noche como un indigente.

Nunca pasó desapercibido, inspiró a artistas, emocionó a extraños, se fotografió junto a famosos, dió vida a la imagen del caminante…Y hoy en día, tras más de dos años tras su fallecimiento en el 2015,  sigue vivo el espíritu de una de las figuras más conocidas del paisaje peregrino compostelano que halló en el Camino esperanza y significado.