ENGANCHA.

El Camino de Santiago engancha. Y lo dicen los peregrinos que se lanzan a la aventura por primera vez y los que repiten. Cuentan que, a pesar de las penurias y de los malos momentos en los que el cansancio hace mella, lo que pesa de verdad son las buenas experiencias. Y son tantas.

Una de las razones que lleva a los peregrinos a relatar maravillas de esta hazaña jacobea es la oportunidad que brinda de conocerse mejor. Independientemente de que los motivos iniciales hayan podido o no ser religiosos y espirituales, el Camino es un lugar perfecto para reflexionar sobre uno mismo y las expectativas que se tienen de la vida.

Pero también obliga a salir de la zona de confort diaria y expone al caminante a un amplio abanico de situaciones diferentes. Saca sin previo aviso de la cotidianeidad para iniciar una inmersión absoluta en otra realidad; lleva al límite de las fuerzas físicas y mentales y fuerza e impone la necesidad de buscar recursos para convivir en un entorno completamente diferente. Y se aprende tanto.

En un contexto así, es sencillo llegar a la conclusión de cómo el Camino es un reflejo de la propia vida, de cómo cada paso lleva al destino final y la importancia del viaje. Consideraciones que vienen generalmente acompañadas de otras que permiten ver, con cada vez mayor claridad, qué es lo que realmente importa en esta vida.

Y más allá de las elucubraciones vitales, el Camino abre la puerta a nuevos amigos y a gente que comparte un mismo espíritu de generosidad y solidaridad. Una complicidad que sorprende y agrada… y se contagia fácilmente. Y, por supuesto, esta experiencia es otra forma de conocer lugares que, probablemente, no se visitarían en otras circunstancias. Cualquiera que sea la ruta elegida, nunca defrauda. Cada paisaje es único y cada paso inolvidable, como el entorno envidiable en el que se encuentra ubicado HOSTAL GAU TXORI, en Zubiri…

Será por eso,  brota la imperiosa necesidad de repetir. Antes o después, cuando se pueda, cuando llegue el momento…

¿Mañana mismo?