MOCHILA SOBRE RUEDAS.

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Cada vez son más los peregrinos, de todas las edades y condiciones físicas,  que se apuntan al transporte de mochilas como fórmula de viaje en el Camino de Santiago. Permite prevenir lesiones provocadas por el peso, facilita y agiliza el paso y brinda la oportunidad de poder prestar atención a otros detalles que, de otro modo, pasarían desapercibidos.


Es evidente que cargar con un macuto repleto de artículos útiles (y ligeros, en la medida de lo posible) forma parte de la aventura. Pero eso no significa que sea imprescindible para poder disfrutar de ella. De ahí que muchos caminantes valoren y acepten de buen grado la posibilidad de deshacerse de la carga para sentirse más libres y despreocupados a lo largo de la ruta.

Y es que son muchas las ventajas que ofrece el hacerlo. Por un lado, se pueden olvidar las molestias físicas que suelen afectar con frecuencia a los peregrinos. Cervicales, hombros, espalda y pies sufren bajo el efecto incisivo del peso durante horas por lo que, descartar este riesgo, puede generar mucha tranquilidad y, sobre todo, incrementar la vitalidad y energía que se necesitan para afrontar con fuerza mejorada cada etapa.

Cuando se trata de tramos especialmente duros, ya sea por la altimetría o cambios de ritmo incesantes, el cansancio acumulado puede reducir notablemente la capacidad para hacerles frente con el vigor necesario. Todo será muy diferente si la fatiga no ha hecho mella en el cuerpo gracias a la ausencia de peso y se asumirá el desafío con unas condiciones físicas mucho mejores.

Tampoco hay que olvidar las inclemencias meteorológicas que pueden irrumpir en la ruta. Lluvias y nieve (según la época en la que se esté realizando el Camino) son algunas de esas crudezas atmosféricas que pueden dificultar el avance con una mochila a cuestas. Y, por supuesto, existe el peligro de que los artículos que se transportan en su interior queden empapados…

El transporte ofrece, además, la posibilidad de incrementar el peso y añadir más calzado, material de aseo personal o ropa, para mejorar la comodidad de la estancia en los alojamientos que correspondan a cada etapa. Por no mencionar su utilidad en casos de personas con insuficiente preparación física o que viajan con niños, por ejemplo. En estos casos, librarse de todo el peso posible mejorará la experiencia de forma considerable.

Todo lo descrito, no impide que, llevando un macuto, no pueda sacar el máximo partido de cada fase del itinerario. Cada peregrino tiene su propio Camino y la forma de hacerlo,personal e intransferible, será siempre la adecuada. Hay quienes se ven motivados por los retos y quienes optan por el confort. Una y otra son maneras diferentes de llegar al mismo destino.

 

¿Cuál es la tuya?

 

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