EN PAREJA.

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Muchos viajes, pueden suponer una experiencia vital única y también implicar una prueba para la pareja. Y es que, al compartir mucho tiempo juntos, se descubren detalles, formas de ser e incluso pequeñas manías que podrían haber permanecido ocultas hasta entonces. Pero esto no es un inconveniente, sino más bien todo lo contrario: la oportunidad de conocer realmente a la persona con la que compartes un estrecho vínculo.

De ahí que el Camino de Santiago sea, precisamente, una de esas ocasiones para sumergirse en uno mismo y en el nexo de unión con ese alguien tan especial. Para explorar facetas ignoradas por las prisas y para profundizar en los sueños, deseos y miedos de quien amamos. Para sorprenderse en medio del sufrimiento y del cansancio y reencontrarse. Para respetarse, ayudarse y retomarse.

Hay quienes consideran que esta peregrinación constituye  una especie de examen que pone a prueba los verdaderos sentimientos. Que las situaciones límite que van surgiendo sirven de escenario para comprender cómo reacciona el otro ante los problemas. Que permite vislumbrar hasta dónde puede llegar el apoyo mutuo y la complicidad.

Y es que resulta evidente que pasar mucho tiempo con alguien multiplica las posibilidades de afrontar más situaciones y más diversas de lo que se puede en un contexto rutinario. Y, por supuesto, más difíciles ya que el agotamiento mina también la moral y provoca cambios de humor. Todo ello hace aflorar esa parte de uno mismo que suele estar bajo control en circunstancias normales y mostrarse tal cual es.  

Pero también estar durante largos períodos juntos permite saber que se cuenta con alguien. No solo para aderezar los pasos con conversaciones entretenidas o triviales;  para llenar los silencios sobrecogedores o para  apoyar la cabeza y contemplar el infinito paisaje. O para curar heridas.  Sino también para superar los momentos de duda o de dolor.  Nadie mejor que la pareja para sobreponerse cuando falta la fuerza y seguir adelante.

Y así, dificultad tras dificultad, éxito tras éxito, el vínculo entre ambos va creciendo en respeto, tolerancia, sostén y compenetración.  Quedan al descubierto las versiones más verdaderas de uno y de otro. En las buenas y en las no tan buenas. Y, superados los momentos de mayor exigencia mental, física y emocional, la relación queda también renovada y fortalecida. Y así Camino se convierte en una de esas experiencias de convivencia plena para conocer el verdadero amor.

¿Te atreves?

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